
Atendiendo a la consigna de: Hay alguien en mi cama, se dieron diez minutos para elaborar el tema y el personaje es sordo.
Después de tantos encuentros y que no ocurriera nada, esta vez podía decir: ¡Hay alguien en mi cama!
Era triste no poder escuchar, claro que lo era, pero la música que ponían sus besos y sus caricias al rodar por mi cuerpo, eran como una tibia lluvia de verano que podía sentir.
Le pedí que pusiera un pañuelo cubriendo mis ojos. Ahora, además de mi falta de audición, también carecía de la posibilidad de ver.
Sentí que algo muy frío se escurría por mi vientre y dibujaba mis relieves, derritiéndose, a la vez que algo tibio viajaba por mi cuerpo, bebiendo lo que se fundía.
Me vi urgida de quitarme el pañuelo pero no quería perder la oportunidad de jugar con mi sordera.
Exclamé un grito que no pude contener. Él me quito el pañuelo y pude ver su cara de asombro.
Me habló con las manos y me dijo: ¿Ese fue tu orgasmo?
¡No! -le dije- ¡Me pellizcaste un pezón!
Era triste no poder escuchar, claro que lo era, pero la música que ponían sus besos y sus caricias al rodar por mi cuerpo, eran como una tibia lluvia de verano que podía sentir.
Le pedí que pusiera un pañuelo cubriendo mis ojos. Ahora, además de mi falta de audición, también carecía de la posibilidad de ver.
Sentí que algo muy frío se escurría por mi vientre y dibujaba mis relieves, derritiéndose, a la vez que algo tibio viajaba por mi cuerpo, bebiendo lo que se fundía.
Me vi urgida de quitarme el pañuelo pero no quería perder la oportunidad de jugar con mi sordera.
Exclamé un grito que no pude contener. Él me quito el pañuelo y pude ver su cara de asombro.
Me habló con las manos y me dijo: ¿Ese fue tu orgasmo?
¡No! -le dije- ¡Me pellizcaste un pezón!
Patricia Bertacchi
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