La magnitud de ser madre...
Fue el pensamiento que en susurro me repetía cuando fui abuela por primera vez, lo sentía por mi hija, por mí, por mi madre, por mi abuela, por mi bisabuela, y por cada mujer que Dios bendice con ser madre al parir sus hijos. La ambigüedad de sentirte casi desprotegida (por supuesto cuidada y atendida por tu médico y asistentes), y tu fiera interior sacando una fuerza bestial para traer a la vida esa cosita tan perfecta que solo puedes dimensionar si crees en el amor, en Dios, en la vida y en la ciencia también.
Mientras estábamos en espera del trabajo de parto de mi hija María Victoria, con mis miedos (más que cuando yo parí) y mis afectos presentes, mis corazonadas y mis plegarias, mi mente errante y asustadiza, mi mano aferrada a la medalla de mi santo mayor, vi pasar a la doctora de mi hija que amorosamente me dijo; todo va a salir bien, intuyo que leyó en mi mirada mis temores y que son iguales en todas las madres que sabemos por lo que se pasa.
Me fui disimuladamente al baño público del sanatorio para desahogar en llanto mis angustias del momento. Eran demasiadas horas que estaba en trabajo de parto, sabía que iba a estar cansada, la inducción, un día y medio para tratar de tener un parto natural que no pudo ser, nunca dilató y además la beba tenía una vuelta de cordón. De todo esto me enteré cuando salió de la cesárea y de los cinco pinchazos para anestesiarla y de una pre-eclampsia.
Saben algo, la maternidad es algo que queda grabado a fuego en cada célula del cuerpo, deja marcas y huellas físicas imborrables que nos acompañarán durante nuestras vidas, cada hijo, cada parto, es un cabo que irá atado a nosotras cada hora de nuestra existencia y que con solo jalar apenas, volverá en forma de recuerdo permanente, con casi la misma fuerza de aquel momento. Volverán los colores y olores, los rostros, las horas previas, durante y posteriores, volverán diálogos, lágrimas, emociones, abrazos, miedos, muchos miedos volverán como fantasmas a los que pudimos eludir, volverá la fuerza formidable, grandiosa, temible y excepcional que nos deja desnudas pujando frente a las órdenes del médico y partera y marido -que en su inutilidad, también ayuda si no se desmaya-, que nos verán de una forma única, sí, así es, única en nuestras vidas, para dar luz a ese hijo que está tan cómodo y apichonado, tan tibio y protegido, que prefiere quedarse un ratito más, que mamá sentirá cuando salga, que se va parte de ella en ese bebé que romperá en llanto, para hacernos crujir el corazón de emociones. Todos los dolores pasados antes del alumbramiento, se evaporan inmediatamente en los escasos segundos que tardan en ponerlo en tu pecho, para sentirnos los latidos uno al otro, para ver ese rostro que soñaste durante 280 noches y sus días, ese sexo que no supiste hasta que nació, (lo elegí de ese modo), esas manitas que se parecen a las mías y sus patitas a las de papá y así será esta bienvenida universal.
Lógicamente esto es secondo me, es mi experiencia personal, pero bien puede ser compartida por una multitud de madres.
Hoy hay una enorme cantidad de estudios que facilitan saber su estado de salud, como viene desarrollándose, el sexo, el peso, conocerle el rostro, sus posiciones y movimientos, hay más certezas y posibilidades, hay más formas de prevenir y anticiparse a los problemas. No digo que es más fácil porque la naturaleza es poderosa y la ciencia no puede eximirnos de parir y vivir el mayor momento de nuestras vidas.
Creo que cualquier mujer que sea madre entiende cuán importante es su rol luego de dar a luz. Ese pequeñín, tan dependiente de nosotras, nos regalará día a día sus miradas, sus sonrisas, sus "ajó", sus caricias y besos.
Amamantarlos es el ritual supremo que viviremos juntos, una comunión, un estado de placer y dolor cuando succiona nuestros pechos, hinchados por el alimento que espera ser extraído para nuestro alivio y para su crecimiento y desarrollo. Le estamos dando el mejor alimento que puede recibir, nada lo suple de igual forma, aunque unas amamantamos menos que otras.
Recuerdo, cuando ya había terminado la alegría y llanto del nacimiento, tanto de María Victoria como de Sofía Patricia, comencé a temblar como una hoja en una torbellino, por momentos creí caer de la camilla y me sostenía con las manos a los bordes.
Me cubrieron enseguida con mantas. Estiré mi mano y le dije al Prof. Dr. José Carlos Cuadro, gran ginecólogo: “doctor, me estoy muriendo” Y me dijo: “no nena, es la emoción, se te va a pasar.” Sus palabras fueron tranquilizadoras.
El día que se retiró le dije: “sabe una cosa doctor, en 30 años le fui fiel a usted y a mi marido”. Aunque siempre fue moderado, lo hice reír y con él me sentía en las mejores manos profesionales.
Temblé durante la tres horas posteriores a cada uno de los partos, es algo que nadie me lo contó ni anticipó, es algo que sucede por una cantidad de factores. Esos temblores incontrolables, ese frío extremo, recuerdo que me cubrían con más mantas pesadas y yo seguía temblando que hasta se golpeaban mis dientes, algo que hasta hoy no puedo olvidar. Nos pasa a muchas o casi todas, aún con cesáreas, puede ser por una variedad de causas, desde la explosión de hormonas que sucede allí, baja de tensión por anestesia epidural, disminución de flujo sanguíneo, emociones, aflojarse luego de tanto stress, y vaya a saber que otra cantidad de explicaciones tienen esos temblores. Lo que sí está bueno saber, es que pasan luego de unas horas, sientes que tu cuerpo va tomando temperatura y se va tranquilizando.
Ser mamá abarca tanto, tanto, que pasas a ser full time durante años a demanda de nuestros hijos. No sé si está bien o mal que sea así, pero yo opté desde siempre ser mamá las veinticuatro horas del día, no perder sus primeros llantos, caídas, palabras, babeos, movimientos con la música, conversar con ellas desde muy chiquititas, jugar con ellas, bañarlas, cocinarles, llevarlas de paseo, hacer feria los miércoles con una que apenas caminaba y la otra en cochecito. Sacrificios?...muchos. Te postergas?...mucho Resignas cosas? ...muchas. Y en dónde está entonces lo maravilloso de tanto esfuerzo?! Saber que traes una parte de ti para que el mundo sea mejor. Escuchar que te digan mamá, que te amen sin medida, que seas la luz de ellos, aunque después, cuando crecen pasemos a estar bajo la lupa. Ser madre es ser afortunada. Es tener la gracia de crear, y esos hijos, te regalarán un obsequio aún mayor, tus nietos, donde el amor se renueva desde otro lugar inimaginable, lleno de todo lo anterior y más, pues ahora gozo de dar mañas y lo tengo gratamente permitido.
Feliz días madres!!! Feliz día abuelas queridas!!!
Amo ser mujer, amo ser madre y amo también a todos los hombres que han sido faros para formar mi imagen de lo que es ser un buen hombre, un hombre de verdad, un caballero, mis queridos abuelos, padre, hermanos, tíos y amigos.
Arrivederci e Buona festa della mamma!!!♥️🙏🥂
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