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Soy Patricia Bertacchi, autora del diseño y los contenidos de este espacio. Aquí encontrarán un lugar donde refugiarse entre mis pasiones y sentimientos, que bien podrían ser los mismos de ustedes, tomando forma en poemas, cuentos, fotografías, opiniones y comentarios, artículos del Rincón Gastronómico de la Revista C&A Carnes y Alimentos, lecturas, crónicas de viajes y hasta alguna receta. Bienvenidos a mi hogar virtual!

martes, 13 de septiembre de 2016

Crónicas Patricias: España 2016 - Turbulencias


Vuelo Montevideo - Madrid - Septiembre 12, 2016

España  Septiembre 2016

Turbulencias

Día 1
Son las 9.18 pm del día 12 de septiembre de 2016. Estamos en vuelo desde hace ocho horas. Aún nos queda bastante para llegar a destino. Hemos tenido demasiadas instancias de turbulencia, las mismas que vengo sintiendo en mi corazón,  las mismas que no se frenan en salir, en forma de lágrimas y tristeza y me hacen cuestionar la existencia, la vida. Intentando salir de la forma kinestesica, y de acuerdo a lo que nos dice la corriente de la Programación Neurolingüística, que el mundo, tal y como lo vemos no existe, somos nosotros quienes lo “reinterpretamos” según nuestra personalidad, y según la predominancia de unos sentidos sobre otros, traigo imágenes bonitas, recuerdos tiernos que parecen hoy tan lejanos, para acariciar mi apenado corazón.
Mi mente ha viajado por mi primer vuelo en Pluna, de forma incansable, revolviendo los escondrijos en los que han quedado prendidas algunas vivencias imborrables, pero que ya no las puedo completar.
Aquel viaje lo hicimos con mi hermano Marcelo, éramos bastante pequeños,  íbamos con mamá y Tony a Buenos Aires, qué tendríamos?, quizás siete y ocho años. Renacen imágenes de los dos, pegaditos mirando por la ventanilla del avión. Teníamos tanto entusiasmo y miedo, pero sabernos juntos, nos serenaba y nos hacía compañeros de otra aventura más. Nos tomábamos de las manos como lo hacíamos siempre, mientras nos abrochaban los cinturones y nos daban las bolsitas por si nos indisponíamos del estómago. Era maravilloso tener esta experiencia siendo tan pequeños, un par exploradores irrenunciables resultaríamos más adelante en la vida.
Tengo imágenes de los desayunos, en un café donde hacían las media lunas más ricas y que como todos los porteños, mojábamos en el café con leche, recuerdo haber mirado a mamá para ver si me permitía hacerlo y ella asintió con la cabeza. Nos encontramos con los Iracundos, amigos de Tony y que paraban en el mismo hotel que nosotros. De allí salimos a recorrer las cosas lindas de ese gran Buenos Aires. Paseamos por la Catedral, hicimos compras  y luego de mucho caminar nos detuvimos en la plaza de las palomas, como la llamábamos a la Plaza de Mayo, para  darles de comer, las corríamos por toda la plaza y una se le posó a Marcelo en el hombro y quedó como una estatua. Me gritaba: mira Patty, a mí sí se me posó una!, con una sonrisa de oreja a oreja. Era muy chiquito y delgado y sus ojitos bailaban de alegría. Yo de lejos lo miraba entre atónita y descompuesta pues mucho no me gustaban. Si hoy le pudiera preguntar algunas dudas de mis recuerdos, como siempre lo hice, él completaría todos mis baches memoriosos. Pero no está, aunque esté de otras formas, ya no está para que lo consulte, ya no está para reconstruir mis recuerdos, ya no está para tomarme las manos cuando hay turbulencia en mi vida y para escuchar su opinión pragmática, más aún que la mía, no estaremos para otra aventura, como el día que nos fuimos a Las Cañas los dos solos, porque la abuela María estaba allá con Mónica y el grupo del liceo. Nos tomamos un Copay y al llegar a destino, la policía nos pegó un buen reto por andar solos. Él me seguía a todos lados. La cosa fue que, un patrullero nos llevó hasta el balneario y nos dejó con la abuela. Me tengo que adaptar a esta cruda verdad de seguir sin él también. 
Más de uno se preguntará por qué escribo esto, lo hago para desahogar mi pecho, es parte de mi duelo, es para drenar, para que vean que la felicidad es diminuta, que por eso elijo ver siempre lo bueno que tengo, a pesar de que hablo de la finitud de la vida y de lo insignificantes que somos frente a lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros y que es también un gran misterio. 
Estoy escribiendo esto y abrí la cortina de la ventanilla del avión. Veo el ala y un profundo y oscuro cielo lleno de estrellas y la luna se muestra como un cuadro encima del ala. Se observan claramente las constelaciones que mirábamos desde pequeños tirados en el jardín de casa. Miro alrededor y no hay nada. Un avión en el cielo, en esta inmensidad y yo en él, con toda esta turbulencia de sentimientos que me invaden hasta el tuétano, hasta la célula más pequeña, aprendiendo a remar en otra dura instancia más.
Claro que sí...este será un viaje distinto. Será un peregrinar entre callejuelas de adoquines, de zarzas, de compresas y vendajes, que  me llevarán más dentro de mí. Un peregrinar por el espíritu, el alma, el corazón y sentimientos. Pero hete aquí que quedo abierta, como siempre,  a ser sorprendida por la bondad de la vida y encontrar alguno de sus regalos, como ya me pasó alguna vez, aquí o allí o más allá. Sigo creyendo en los milagros.

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